Bodegas López de Heredia Viña Gravonia 2004.
Puntuación El Alma del Vino : 18/20.
Un clásico en mi vida y camino de serlo también en mis crónicas de cata en este blog, el Viña Gravonia ofrece añada tras añada, las claves que hacen de los vinos blancos de esta bodega centenaria del Barrio de la Estación de Haro, algo más que un referente de la denominación, también un tesoro de la vitivinicultura internacional.
Pasaba yo el otro día con el coche por López de Heredia cuando recordé que tenía pendiente hacerme con un ejemplar de Aves de Haro y sus Viñedos, esa guía que la Plataforma por la Defensa del Paisaje de Rioja ha publicado con el fin de atraer a la gente hacia tan loable empresa a medio camino entre la cultura del vino y la defensa del viñedo y por ende de la naturaleza.
Aparqué y me encaminé hacia la coqueta e histórica tienda de la bodega, en donde atendido en primera instancia por Elvira y después instruído en las características del proyecto de la mencionada plataforma por Julio César López de Heredia, pude además catar y degustar esta edición de añada 2004 del Viña Gravonia.
La viura de Rioja tratada con un mimo especial, muy característico en esta familia, acreditando cuatro años de maduración en barricas de madera de roble, con procedencia del fruto de la finca Viña Zaconia y dos trasiegas por año.
Una añada cordial, fresca, dinámica, que aporta en copa parada un color amarillo pajizo con algunas insinuaciones doradas, cristalino y brillante.
Nariz que despliega recuerdos iniciales de pera de agua, cítricos y piña, deslizando en segunda aproximación algunos detalles que me han recordado a avellanas, completando la escena con memorias de fragancia floral blanca y amarilla. Fruta sazonada y especiados nacen tras agitar la copa y un tono de ebanistería redondea el conjunto.
Uno de los descriptores habituales en algunos de los vinos blancos de López de Heredia, lo que yo denomino boudoir, tocador femenino; aparece perfilado en esta edición 2004 del Viña Gravonia.
Tiene un apéndice balsámico en el perfume, y en su carácter ligeramente evolucionado, se magnifica la expresión legendaria de los vinos blancos de la maison, pero sin descuidar la buena frescura de la casta viura.
La boca es sugerente desde el arranque, acidez y golosa fruta se complementan con generosidad, untuosidad en el avance, con la llegada al paladar que resulta envolvente y que en el alcance manifiesta una sugerente nota evocadora de frutos blancos sazonados y especiados.
Persistente en la justa medida, habla en la retronasal de pera y manzana, cítricos y piña, frutos secos, vainillas, guiño del ya mentado boudoir, algunas hierbas aromáticas, balsámicos y un fondo que expresa cierta seña láctica que sin embargo en la vía olfativa no me ha llegado representada.
Fruta y madera con personalidad y buen equilibrio. Una no roba protagonismo a la otra.
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